lunes, 2 de junio de 2008

Conductores de salvavidas

Todas las ambulancias cuentan con un equipo formado por un médico, un enfermero y un técnico conductor que los lleva al sitio donde hay una urgencia

Una soleada mañana de domingo se oyen las risas y gritos de los niños en el parque. Se disfruta un ambiente de paz y vitalidad. Sin embargo, la tranquilidad se ve perturbada por el estridente sonido de una sirena. Una ambulancia veloz y sonora atraviesa la calle. Ese ruido no augura nada bueno. Los coches se apartan de la calzada. Los niños callan. La gente se sobrecoge. Alguien está en peligro de muerte.

Cada vez que una persona llama a urgencias pidiendo ayuda, una unidad móvil se pone en marcha. En 10 minutos como máximo, un equipo de profesionales, compuesto por un médico, un enfermero y un conductor, llega al lugar de la urgencia. Estar ahí a tiempo es posible gracias a la labor del conductor. No obstante, éste no solo se encarga de transportar al equipo sino que también los auxilia en caso de que necesiten su ayuda para asistir a un paciente. Muchas veces, tiene que relevar al médico para reanimar a un herido ya que es una tarea forzosa. Otras veces, tiene que poner collarines o ayudar a colocar al enfermo en la camilla. El máximo responsable del equipo es el médico.

Para trabajar como técnico conductor no hace falta ningún título. Algunos conductores como Juan José Sánchez, que lleva en la profesión 15 años, piensan que debería ser obligatorio tener por lo menos conocimientos de primeros auxilios. “Si no se exige especialización, un taxista puede servir para conducir una ambulancia”, explica Juan José, quien ha realizado un curso de técnico en urgencias y emergencias.

Una de las ventajas de este trabajo es que deja mucho tiempo libre para el ocio o la familia. En el Servicio Murciano de Salud, los conductores realizan una guardia de 24 horas cada cinco días, desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la mañana siguiente. En esas guardias cubren hasta 20 avisos. El resto de días no trabajan. Muchos conductores se dedican a otro empleo durante esos días o viajan. Por ejemplo, un compañero de Juan José, aparte de trabajar conduciendo ambulancias, tiene un quiosco.

Entre las dificultades que se pueden encontrar, a veces los conductores de ambulancias tienen que hacer frente a las reclamaciones de algunas personas que se quejan de su tardanza. “Hace poco denuncié a unos que me pegaron un puñetazo y me insultaron porque decían que había tardado media hora en llegar. Una mujer que iba en moto había chocado con un coche y al caer al suelo se golpeó la cabeza y empezó a sangrar muchísimo. Tardé en llegar 10 minutos como máximo desde que recibimos el aviso”, cuenta Juan José. Para controlar el trabajo de las ambulancias, un centro coordinador (CCU) registra el tiempo que tardan en llegar desde que se les avisa y cuanto tiempo tardan en cubrir la emergencia.

Emergencias por el alcohol

Estos profesionales se quejan de que la mayoría de los avisos que reciben no son de emergencia. En ocasiones pierden el tiempo acudiendo a atender avisos sin importancia, como poner una inyección o recetar un medicamento para la gripe, en detrimento de los avisos que son verdaderamente urgentes. Por eso, opinan que se debe educar a los ciudadanos sobre el uso de los recursos sanitarios, para que se conciencien de que las unidades de emergencias solo cubren situaciones donde hay riesgo de perder la vida. Excepcionalmente, los domingos suplen el trabajo de los centros de salud y atienden visitas programadas de los pacientes de esos centros.

Los fines de semana por la noche son los días que más avisos de urgencia reciben. Casi todos están relacionados con problemas de alcohol o drogas, como comas etílicos, o con accidentes de tráfico, muchos provocados también por el consumo de alcohol. Los afectados suelen ser jóvenes. Por el día, la mayoría de avisos son por caídas en la calle, por fiebre o por descompensaciones de azúcar. Atienden a muchos diabéticos, indigentes y, sobre todo, a mucha gente sola, con una higiene deficiente. También se encuentran con partos y con casos de problemas mentales, como esquizofrenias o intentos de suicidio.

Cuando la ambulancia utiliza las señales acústicas y luminosas, no tiene restricción de velocidad, se puede saltar semáforos e incluso circular por dirección contraria, pero siempre con precaución para no chocar. Juan José asegura que por ciudad ha llegado a ir “a 90 Km./h”. Además, explica “que el problema no está en correr sino en llegar”, por lo que lo importante es “dominar el vehículo en todo momento”. Lo mínimo que suelen tardar en llegar desde que reciben el aviso son 3 minutos. A veces, no se puede correr porque se puede perjudicar al paciente, así que hay que ir más despacio, incluso a 20 Km./h. “La velocidad no es todo”. Una vez que dejan al enfermo en el hospital ya no vuelven a saber nada de él.

Siempre que se oye una sirena y los coches se van apartando para que pase la ambulancia, la calle se sobresalta y se paraliza por segundos. Todos buscan con la mirada el lugar hacia donde se dirige el vehículo. Sin embargo, aunque todos comprenden que una vida está en peligro en ese momento, también saben que ya hay alguien que conduce presuroso y seguro a intentar salvarla.